Por tercera vez en casi tres meses, Reinaldo del Orbe Martínez se presenta a la oficina del Arzobispado de Santo Domingo. La recepcionista lo observa con tedio mientras le escucha, luego toma la hoja que le pasan, hace una llamada, grapa un pequeño papel sobre la hoja. Se despide sonriente. “Me dice que llame a este número para saber el curso de mi solicitud”.
